Los celadores en la Unidad de Psiquiatría: el “vigilante” de la salud mental. Una reflexión sobre nuestro futuro.

28 enero
Los celadores en la Unidad de Psiquiatría: el “vigilante” de la salud mental. Una reflexión sobre nuestro futuro.
Marcos Piñeiro. Red de celadores de sanidad
Desde Celadores de Madrid queremos lanzar una reflexión respecto a nuestro papel en las unidades de Salud Mental y las posibilidades de crecer en nuestras funciones y ámbito profesionales.
En las distintas unidades que componen un hospital, todos los profesionales conformamos una cadena interdisciplinar donde cada uno cumple con un rol esencial.
Los celadores destacamos en uno de nuestros principales rasgos en este tipo de unidades, la cercanía y el apoyo a los pacientes con patologías en salud mental.
Nuestro desempeño nos sitúa en un lugar muy especial ya que, sin ser quienes aplicamos tratamiento o examen clínico, nuestra relación con el paciente nos brinda un gran potencial para contribuir positiva y significativamente a su recuperación y bienestar.

Pongamos algún dato sobre la mesa para conocer el alcance e importancia del tratamiento de los trastornos mentales:
El 40% de las enfermedades crónicas corresponden a estos trastornos y, en España 165.000 personas son las que se ven afectadas por ellos.
Se trata de un problema de salud pública de primer orden, la cual, demanda una atención humanizada y empática y, por otro lado, la necesidad de un verdadero peso presupuestario y dotación de recursos humanos en todas las categorías.
Contando, por supuesto, con celadores. Figura determinante en la experiencia de los usuarios.

Las “funciones invisibles” como fortaleza
Los celadores en Salud Mental siempre hemos podido ver que como realizamos ciertas funciones imprescindibles que no figuran como parte de nuestra dinámica común como celadores.
Esta cercanía en el trato nos permite atender demandas personales y crear unos lazos de confianza forjados por la empatía y el “trabajo social” que de forma invisible aportamos (véase jugar a las cartas, practicar alguna actividad física o facilitarles materiales para dibujar, por ejemplo).
Esto, que podría definirse como “funciones blandas”, crean un ambiente humanizado y acogedor, fundamental para la recuperación del paciente.
Esta cercanía nos pone en el centro como elementos de humanización en los ingresos hospitalarios de las unidades de agudos psiquiátricas aliviando la sensación de aislamiento, estigmatización y vulnerabilidad de los pacientes.

Buscamos siempre acompañarlos y poner a su disposición un oído dispuesto a escuchar activamente.
Esto es clave; ya que, por lo general, el paciente psiquiátrico proviene de un entorno social hostil a su condición, siendo un 50% de personas con enfermedades mentales las que sienten marginación y exclusión social (según datos publicados por la OMS).
Generar este entorno positivo y acogedor redunda en la mejoría del paciente, la de su autoestima, la percepción del ingreso y el tratamiento a seguir.
Un equilibrio entre confianza y autoridad
Este rol cercano y de figura de confianza debe equilibrase con la percepción de nuestra figura como una figura de autoridad.
Limitada, pero de autoridad. Ante situaciones de estrés o crisis de un paciente somos los encargados, siempre como actividad conjunta con el equipo sanitario, de intervenir para preservar la seguridad del paciente y la propia.
Esto significa hacer un correcto uso de la contención verbal y, en casos de extrema necesidad, la inmovilización terapéutica. Estas situaciones ponen en valor nuestras habilidades de autocontrol y la gestión de momentos de alta presión y desafiantes.

Celadores de Salud Mental fuera del entorno hospitalario, ¿una nueva necesidad asistencial?
Más allá del hospital, ¿podríamos llevar nuestra labor de acompañamiento a otros escenarios fuera del clínico? ¿Por qué no estaríamos capacitados para ayudar en una atención domiciliaria con pacientes recurrentes en las unidades de psiquiatría en las que trabajamos?
Esta podría ser una forma de fomentar la inclusión social de los pacientes, fomentando el autocuidado, la reintegración y volver a sentirse seguros de si mismos y con confianza, sobre todo, con los pacientes que ya nos conocen.
Sin ningún tipo de duda podríamos desempeñar labores de apoyo logístico y emocional, tanto con pacientes como con su entorno más directo, quienes se encuentran también en una situación complicada ya que, las consecuencias de este tipo de trastorno, no afecta únicamente al paciente.
Así podríamos evitar reingresos innecesarios y fomentar el autocuidado y el empoderamiento de los pacientes para convivir lo mejor posible con su patología. Intentar que el primer lugar de cuidado y tratamiento sea el hogar del propio paciente.

Aquí os dejamos el enlace a la página de la Federación de Salud Mental de Madrid donde podrás encontrar un apartado de voluntariado y así poder aportar fuera del entorno laboral.
Plena integración profesional, ¿el reconocimiento también?
El rol del celador trasciende las funciones clásicas o que se le presuponen a nuestra categoría profesional.
Estamos plenamente integrados en la cadena profesional y somos indispensables para el correcto funcionamiento de las unidades, más allá del soporte logístico.
Somos sujetos indispensables en la humanización, acompañamiento y recuperación del paciente de estas unidades.
Nuestra capacidad empática con el paciente y un desempeño profesional desde la experiencia directa, nos coloca como recurso de especial valor para mejorar la calidad de vida de las personas con malestar psíquico y sus familias, lo cual, creemos es de vital importancia en un escenario de cronificación de estos trastornos.
Los celadores no solo somos un apoyo logístico, nuestra labor en las unidades de Salud Mental nos coloca como acompañantes emocionales, facilitadores de inclusión social y defensores del bienestar integral del paciente.
Por ello, consideramos que nuestro papel merece ser reconocido y fortalecido. Algunas de nuestras demandas se ven focalizadas en la falta de formación reglada de nuestra profesión.

En nuestro trabajo, aprendemos mucho de los compañeros más veteranos, y esa experiencia es incalculable.
Pero también es importante complementar esto con una formación específica que nos ayude a desempeñar mejor nuestras funciones y así poder utilizar un lenguaje técnico que podamos basarlo en conocimiento y nos ayude a tener mejor comunicación con nuestros compañeros.
Esta formación reglada, repercutiría positivamente en la asistencia terapéutica de los pacientes, habilitándonos al reconocer posibles síntomas o cambios a mejor o a peor en la recuperación del paciente y así poner en común con el resto del equipo todas las informaciones que podemos reunir a lo largo de nuestra jornada laboral.
Junto a este refuerzo formativo en nuestra profesión, una mayor dotación de personal celador en unidades tan únicas y específicas como la psiquiátrica, no haría más que generar sinergias y dinámicas positivas, procurando un mejor reparto de tareas y funciones en el equipo interdisciplinar, así como pudiendo dotar una mayor atención y calidad asistencial al paciente.
Una inversión en la formación y la plantilla de celadores no podría más que traer elementos positivos a las unidades.
Reconocimiento a nuestra peligrosidad
Por último, queremos destacar que, en la Unidad de Salud Mental, nos enfrentamos a situaciones de alto estrés y críticas donde en ciertos momentos y contextos la integridad física del personal se pone en riesgo, con especial hincapié en nosotros: los celadores.
Somos encargados directos, junto al personal de seguridad muchas veces, de realizar las inmovilizaciones terapéuticas.
Un reconocimiento de la peligrosidad del puesto no haría más que poner en valor las funciones y el desempeño que, diariamente, llevan a cabo celadores y celadoras en muchos hospitales y centros de Salud Mental.